Aquel momento donde se extendió el uso de la Blackberry, con su mensajería instantánea y la conectividad 24/7 quería decirnos algo. Con la pandemia y la generalización del teletrabajo, el mensaje lo recibimos a gritos. Era necesario establecer unos límites que garantizaran la desconexión digital.
Y sí, la palabra es “necesidad”.
Cuando las horas de trabajo se alargan hasta el punto de desdibujar la línea profesional y personal, uno de los desencadenantes más comunes es la sobrecarga mental. Esto nos lleva directamente a padecer estrés y ansiedad. En ocasiones no se trata de un aumento de trabajo, pero esa “hiperconexión” nos lleva a la fatiga intelectual.
Por ello, una buena política de desconexión mejora la calidad de vida de las personas, aumentando su productividad y reduciendo el absentismo y la rotación. Sin duda se trata de la pieza clave de la conciliación.
La ley obliga a las empresas a velar por el cumplimiento de las horas de descanso de todos los empleados. Para ello, se han establecido medidas para regular sobre todo el teletrabajo. Pero a nivel personal ¿qué podemos hacer? La clave está en una buena organización, también antes de las vacaciones:
– Deja las tareas atadas y, aquellas que vayas a delegar, bien especificadas.
– Coordínate con tus compañeros, la comunicación es crucial en estos casos.
– El modo “No molestar” es siempre un buen aliado.
– Programa respuestas automáticas. Esto ayudará a otros a saber que no estás disponible y a donde tienen que remitir las consultas en tu ausencia.
– Toma descansos de todos los dispositivos. La desintoxicación digital es posible.
– Las pantallas son un buen compañero, pero busca diferentes formas de ocio que te permitan desconectar. ¡El mundo supera el Qled 8K!
La conclusión es que, cuando llegue ese momento del día donde el reloj marca la hora y cierras la sesión, desconecta y centra la atención a tu tiempo personal. Se trata de un derecho y ¡es tuyo!