Del caos al algoritmo: cómo la tecnología transformó el Black Friday

En los años 50, en Filadelfia, la policía empezó a llamar Black Friday al día después de Acción de Gracias porque las calles se llenaban de compradores y turistas, comenzaba la temporada navideña, las tiendas lanzaban sus primeras rebajas y el caos era total. Para los agentes, aquel viernes era un verdadero desastre: atascos interminables y multitudes por todas partes. Lo que nadie imaginaba entonces es que, décadas después, ese caos se mudaría de las avenidas a los servidores, y que en lugar de coches habría millones de clics compitiendo por la última oferta relámpago.

Con la llegada de Internet, el Black Friday dejó de oler a asfalto y aglomeraciones para convertirse en un fenómeno digital. Amazon y eBay fueron pioneros en trasladar las compras al sofá de casa, donde nadie te pisa los talones con un carrito.  Hoy, más del 70% de las compras de Black Friday se realizan online, y la pregunta ya no es “¿hay cola?”, sino “¿se habrá caído la web?”.

La tecnología no se quedó al margen del mayor espectáculo del consumo. Los algoritmos de precios y recomendación han cambiado por completo la percepción de lo que es una buena oferta. Ya no existe el Black Friday, sino tu Black Friday. Los precios bailan en tiempo real según la demanda, los historiales de navegación y la competencia. Es como entrar en una tienda donde cada estantería se reorganiza sola mientras avanzas: un poco inquietante, sí, pero tremendamente eficaz.

El Big Data añadió otra capa a esta revolución. Las empresas dejaron de conformarse con vender y comenzaron a querer entender: ¿qué te gusta?, ¿cuándo compras?, ¿cómo decides? Millones de datos sirven hoy para personalizar experiencias, automatizar campañas y crear contenidos que parecen escritos por alguien que te conoce desde hace años. Y, por supuesto, los chatbots impulsados por inteligencia artificial están ahí para resolver dudas a la velocidad de la luz… o al menos más rápido que aquel dependiente de los 90 que siempre “iba a revisar al almacén”.

Pero no todo es brillo y ofertas del 70%. A medida que las compras se digitalizan, también lo hacen los riesgos. El Black Friday se ha convertido en temporada alta para los ciberdelincuentes, que despliegan fraudes, phishing y ataques de todo tipo. La respuesta tecnológica no se ha hecho esperar: detección de anomalías, cifrado avanzado y sistemas de seguridad basados en IA  se adelantan a cualquier intento sospechoso. Porque nada arruina más una buena ganga que un mal clic.

Mirando al futuro, el Black Friday deja de ser solo un calendario comercial para convertirse en un escaparate de innovación. Lo que antes era una carrera por ofertas ahora es un baile sutil entre tecnología, psicología y consumo. Y mientras los bytes y los clics transforman la manera en que interactuamos con las tiendas, podemos estar seguros de que el próximo Black Friday no solo traerá descuentos, sino también nuevas formas de imaginar lo que significa comprar.